QUERIDO MONSEÑOR:
Buen Padre y amigo deja que yo pose siempre mis pies en tus pisadas. Enciende en mi una centella de ese Amor por Cristo; que siempre te ardió en el pecho. Enciéndeme en las llamaradas de ese celo ardiente, de la santificación y salvación de las almas. Y que yo pueda como tu, ser Sol que les ilumine el camino, ser calor que les caliente el corazón, en el amor de Cristo, para que un día todos juntos encontremos la unión perpetua de amor en el seno del Padre, y en la intimidad de Jesucristo y del Espíritu Santo a quién todos procuramos servir en la tierra. Ayúdame OH Padre y llegaré con el auxilio de la gracia divina donde tú has conseguido llegar y así en la tierra iniciaremos un canto nuevo que resonará más claro y más vibrante por toda la eternidad, rindiendo sin fin al hijo, y al Espiritu santo la gloria que le es debida por los siglos de los siglos. Amén.