A
través de su carisma, el Instituto de las Cooperadoras de la Familia
pretende irradiar en la Iglesia y en el mundo su espiritualidad,
para que, a ejemplo de la Sagrada Familia de Nazaret, cada familia
humana sea lugar de humanización de la persona y de la sociedad.
Notas
características da nuestra espiritualidad:
- Trinitaria: la Cooperadora es convidada a vivir en comunión íntima con las tres personas divinas, alimentando su vida interior en una oración continua, y desenvolviendo su capacidad de mirar e intervenir en el mundo de las familias.
- Cristocéntrica: Así como Jesús era el centro del Hogar de Nazaret, así la Cooperadora de la familia debe tener a Jesucristo en el centro de su vida, esforzándose por hacer de su existencia una permanente Eucaristía;
- Mariológica: Siguiendo la escuela de Nazaret, la Cooperadora de la Familia tiene que aprender a contemplar y a seguir a Jesús en cada momento de su vida. Como la Virgen María, la primera mujer consagrada secular, guardará todo en su corazón, para penetrar en los designios divinos de amor y de salvación para el mundo.
- Eclesiológica: Integrada en el Pueblo de Dios, en comunión con la jerarquía y con todos los bautizados, la Cooperadora de la familia participa de las alegrías y de las tristezas, de las vicisitudes y esperanzas de la Iglesia, colocando sus capacidades al servicio de las comunidades locales en que está insertada.
- Contemplativa/Activa: A ejemplo de Jesús, la Cooperadora debe estar atenta al Señor que pasa y se manifiesta en las circunstancias de la historia, esforzándose por realizar la síntesis entre contemplación y acción: “Manos en el trabajo, corazón en Dios”